Comunicación y Misericordia: Un Encuentro Fecundo

CE Villa Maria

3/14/20244 min read

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Comunicación y Misericordia: Un Encuentro Fecundo

En un mundo cada vez más interconectado y a menudo fragmentado, la relación entre la comunicación y la misericordia emerge como un pilar fundamental para el entendimiento y la cohesión social. El mensaje del Santo Padre sobre esta relación nos invita a reflexionar profundamente sobre cómo comunicamos y la esencia de nuestras palabras y acciones.

La Iglesia, unida a Cristo, encarnación viva de la misericordia de Dios, está llamada a vivir esta virtud como un rasgo distintivo de su ser y actuar. Cada palabra y gesto de los fieles debe expresar compasión, ternura y perdón, reflejando el amor divino que por naturaleza es comunicativo y promueve la apertura y no el aislamiento. Cuando nuestros corazones y acciones están inspirados por la caridad, nuestra comunicación se convierte en un vehículo de la fuerza de Dios.

Los hijos de Dios están llamados a comunicarse con todos, sin excluir a nadie. La Iglesia, a través de su lenguaje y acciones, busca transmitir misericordia para tocar los corazones de las personas y apoyarlas en su camino hacia la plenitud de vida ofrecida por Jesucristo. Este enfoque nos anima a difundir el calor de la Iglesia Madre para que Jesús sea conocido y amado, y para que nuestras palabras de fe enciendan una chispa vivificadora en la predicación y el testimonio.

La comunicación tiene un poder transformador: puede crear puentes, fomentar el encuentro y la inclusión, y enriquecer la sociedad. Es alentador ver a personas que eligen cuidadosamente sus palabras y gestos para superar incomprensiones, sanar memorias heridas y construir paz y armonía. Las palabras pueden construir puentes entre personas, familias, grupos sociales y naciones, tanto en el mundo físico como en el digital. Debemos emplear nuestras palabras y acciones para ayudar a salir de los ciclos de condena y venganza que enredan a individuos y naciones y dan lugar a mensajes de odio. En contraste, la palabra cristiana busca fomentar la comunión y, incluso al condenar el mal, intenta no romper nunca la relación y la comunicación.

El Santo Padre nos invita a reconocer el poder de la misericordia para sanar relaciones dañadas y restaurar la paz y la armonía en familias y comunidades. Las viejas heridas y resentimientos pueden atrapar a las personas, impidiendo la comunicación y la reconciliación. Esto se aplica también a las relaciones entre pueblos. En todos estos casos, la misericordia puede activar un nuevo modo de hablar y dialogar. Shakespeare expresó elocuentemente que "la misericordia no es obligatoria; cae como la dulce lluvia del cielo sobre la tierra que está bajo ella. Es una doble bendición: bendice al que la concede y al que la recibe".

Es deseable que el lenguaje de la política y la diplomacia también se inspire en la misericordia, que nunca da nada por perdido. El Papa hace un llamamiento a quienes tienen responsabilidades institucionales y políticas, y a los formadores de opinión pública, a que cuiden su modo de expresarse, especialmente cuando se refieren a quienes piensan o actúan de manera diferente o a quienes han cometido errores. Es fácil ceder a la tentación de aprovechar estas situaciones y alimentar la desconfianza, el miedo y el odio. Se necesita valentía para guiar a las personas hacia procesos de reconciliación, ofreciendo verdaderas soluciones a antiguos conflictos y oportunidades para una paz duradera.

El estilo de nuestra comunicación debe evitar el orgullo y la humillación de los demás. La misericordia puede mitigar las adversidades de la vida y ofrecer calor a quienes solo han conocido la frialdad del juicio. Nuestro modo de comunicar debe superar la lógica que separa a los pecadores de los justos. Podemos y debemos juzgar situaciones de pecado como la violencia, la corrupción y la explotación, pero no a las personas, porque solo Dios puede leer en profundidad sus corazones. Nuestra tarea es amonestar a quienes se equivocan, denunciando la maldad e injusticia para liberar a las víctimas y levantar al caído. El Evangelio de Juan nos recuerda que "la verdad os hará libres". Esta verdad es Cristo mismo, cuya misericordia es el modelo para nuestro modo de anunciar la verdad y condenar la injusticia.

Algunos pueden ver una visión de la sociedad basada en la misericordia como excesivamente idealista, pero es esencial recordar nuestras primeras experiencias de relación en el seno de la familia. Los padres aman a sus hijos por lo que son, no por sus capacidades y éxitos. La casa paterna es un lugar de acogida incondicional. Este modelo debería inspirar nuestra visión de la sociedad, no como un espacio de competencia, sino como una familia donde todos son bienvenidos.

La comunicación eficaz requiere escucha activa. Escuchar es mucho más que oír; significa prestar atención, comprender y respetar al otro. Esta escucha genuina permite una comunicación auténtica y enriquecedora, trascendiendo la mera transmisión de información.

Las redes sociales y las tecnologías digitales también pueden ser vehículos de comunicación humana plena. No es la tecnología la que determina la autenticidad de la comunicación, sino el corazón del hombre. Las redes sociales pueden favorecer relaciones y promover el bien común, pero también pueden polarizar y dividir. Debemos utilizarlas responsablemente para construir una sociedad sana y abierta al diálogo y la inclusión.

La comunicación es un don de Dios y una gran responsabilidad. El poder de la comunicación reside en la "proximidad", generando una cercanía que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. En un mundo dividido y polarizado, comunicar con misericordia contribuye a una cercanía solidaria y fraterna entre todos los hijos de Dios.